La capacidad de sanar el mundo comienza en la mente de quien lo observa.

jueves, 16 de agosto de 2012

Creencias y tradiciones del pueblo ROM

ESTIRPE GITANA

Desde el renacimiento el pueblo gitano intriga a los eruditos, pues el devenir de esta raza, que se ha producido al margen de la historia oficial, está marcado por un hálito de misterio. Entre el desconocimiento que tenemos de sus costumbres y creencias aflora una en particular: “la relación con la naturaleza dentro y fuera de nuestro ser, hará libre al hombre”. Libertad por encima de todo. Este concepto que da sentido a su nomadismo, es común a todos los gitanos del mundo y les hace dueños de la tierra. Una tierra que ha hecho despertar en ellos un instinto especial.


Reza una antigua leyenda del pueblo gitano que cuando O Devel (Dios en romaní) formó el primer hombre, lo moldeó con barro y lo introdujo en un horno para cocerlo, pero tuvo un descuido, y lo dejó dentro demasiado tiempo. Al abrir el horno lo encontró quemado; ese fue el antepasado de la raza negra. Al segundo intento, temeroso, tomó otro puñado de barro, y para que no le sucediese lo mismo, lo sacó demasiado pronto; así nació el hombre de la raza blanca. Demasiado pálido, lo cual no satisfizo a O Devel, pero en el tercer intento calculó bien el tiempo y fabricó el hombre con piel rojiza; el antepasado de la raza gitana.

Esta historia que muestra el mito de los orígenes –no deja de ser anecdótica y divertida- refleja la creencia del pueblo gitano en un Dios justo que se inclina a favor de éstos. Debla (Devel) no castiga al mundo como Zeus, ni exige venganza como Jehová, ni atormenta a los hombres con la culpa como Cristo. Debla, simplemente: los ama. Según la mentalidad del pueblo Rom “Debla es tu padre y por encima de todo, hagas lo que hagas, te seguirá queriendo”. Autores como Burnouf defienden la idea de que la concepción divina de Debla entronca con la figura del dios Brahma de los Vedas (primera pista que denota el origen de este pueblo).

Como afirma Juan de Dios Ramírez Heredia en “Nosotros los Gitanos”, uno de los grandes valores que enorgullecen a los gitanos es el espíritu religioso que anida en lo más íntimo de su esencia. Tal vez por la ascendencia oriental de la raza “donde religión y superstición es una mezcla difícil de definir”. La creencia en un ser superior que vela constantemente por las criaturas forma parte de este pueblo independientemente de la religión que han adoptado según los diferentes asentamientos.

La raíz

El pueblo gitano tiene su origen en el noroeste de la India (lo que hoy corresponde a la región del Punjab). Se cifran sus primeras migraciones hacia Occidente en torno al año 1.000 d.c. Los historiadores barajan dos posibilidades para esta primera oleada. Creen que pudo ser provocada a causa de una huida por determinadas guerras de la época, o bien por la búsqueda de mercados para sus productos manufacturados (fabricación de ladrillos y quincallería). Sea por un motivo u otro, la realidad es que la expansión y dispersión de los gitanos hacia los países de Europa Occidental se realiza a través de dos rutas: una bordeando la costa mediterránea (norte de África) y otra a través de los territorios de la Europa central. Se sitúan otras oleadas alrededor de los siglos IX y XIV (dispersión del pueblo gitano a través de los territorios de Valaquia y Bohemia), de manera que durante los siglos XV y XVI casi todos los países de Europa habían acogido a este pueblo. Tradicionalmente se cree que los componentes de esta primera diáspora que contribuyó a la formación del pueblo gitano “pertenecían a alguna casta de músicos ambulantes que debían tener mucho en común con los Baus (“locos de Dios”) artistas errantes que recorren Bengala y cuyas melodías tienen acentos marcadamente gitanos” Joaquín Albaicín “En Pos del sol”.

Los primeros gitanos que entran en España lo hacen a través de los Pirineos, en pequeños grupos de 50-100 miembros dirigidos cada uno por un líder que se hacía llamar a sí mismo “duque” o “conde” del Egipto Menor o Pequeño Egipto (isla griega de Corfú). De ahí el nombre de “egipcianos” y más tarde de gitanos. Aportaban cartas de presentación extendidas por monarcas y nobles, o bien aparecían como peregrinos por orden papal. En los siglos XVII y XVIII se dictaron leyes referentes a los gitanos –pragmática de Medina del Campo- para intentar forzar la integración de éstos al resto de la población o su expulsión del país. A partir de este momento, y en capítulos sucesivos, el pueblo gitano se vio obligado a abandonar, en gran medida, sus tradicionales formas nómadas de vida (el 95% vive asentado, actualmente, porque el mundo occidental le ha obligado a ello) aunque siguieron conservando y mimando su identidad como pueblo, y una cultura diferenciada donde se alza su máxima manifestación: la lengua gitana –el romaní.

El idioma

A finales del S. XVIII la lingüística descubre que la lengua del pueblo Rom, el romaní o romanò, es una de las más antiguas del mundo, pues tiene raíces del sánscrito y posee numerosos elementos comunes con lenguas del norte de la India como el hindi, bengalí, punjabí … Hoy día, se cree que el romaní es hablado por unos 10 millones de personas. Evidentemente, tras tantos años de migraciones por distintas rutas y en distintas épocas, se ha ramificado el idioma dando lugar a un gran número de derivaciones. En España se habla el Kaló que es un dialecto del romaní. La coexistencia de la lengua universal gitana con otras lenguas ha enriquecido los idiomas europeos. En el caso español, la lengua castellana ha adoptado palabras o giros propios del romanò-kalò; algunas con el mismo significado y otras sustituyéndolo. Actualmente, sólo los viejos gitanos conocen algo de kaló, los jóvenes conocen un número escaso de palabras y los niños apenas alguna expresión.

Leyendas


Existen leyendas en la India, Tíbet, Nepal, Mongolia y Afganistán que aluden a un misterioso pueblo que vivió en el mundo subterráneo de Agartha y que fue expulsado del paraíso. Desde entonces busca errante y sin descanso la ruta de regreso: “Por causa de la desobediencia a su rey, la tierra feliz de los gitanos es invadida por una horda guerrera. Los supervivientes, condenados por Dios al exilio, pero con la protección providencial de la diosa sobre sus cabezas, vagarán eternamente por el mundo, lejos de su tierra perdida hasta sólo O Devel sabe cuándo.” (Joaquín Albaicín “En pos del sol”). Muchos son los integrantes del pueblo rom que se sienten descendientes del recuerdo de esta tradición oral que en forma de cuento, sirve a los distintos grupos de gitanos para explicar sus orígenes como pueblo.

El viajero Ferdinand Ossendowski, en su libro “Bestias, hombres, dioses” narra la existencia de un legendario Rey del mundo y de Agarttha, su reino subterráneo. Una de sus fuentes, el bibliotecario del propio Buda viviente, le informó de tres pueblos en concreto que habrían sido acogidos como habitantes del reino sagrado (Olets, Soyotos y gitanos) “Ciertas tribus negras del Este se internaron en Agarthi (junto con los Soyotos de Mongolia) y allí estuvieron varios siglos. Más tarde fueron expulsados del reino y regresaron a la faz del planeta poseedoras del misterio de los augurios según los naipes, las hierbas y las líneas de la mano. De estas tribus proceden los gitanos.”

Otra leyenda que circula entre los gitanos europeos afirma que el pueblo rom no podrá regresar nunca a su tierra, aunque el tiempo de su penitencia haya transcurrido ya, porque el paso a las entradas de Agartha está cerrado, y sus puertas sólo se abren en contadas ocasiones para evitar ser descubiertas.

El gitano y su mundo interior

El pueblo Rom a lo largo de la historia se ha mezclado poco con otras razas o etnias, excepto en España –concretamente Andalucía- donde el mestizaje es mucho más común, pues como escribió Unamuno “Hay una proporción mucho mayor de lo que se cree de sangre gitana y aún de espíritu gitano en el español …” Pese a no tener una cultura escrita, este pueblo ha mantenido sus costumbres y tradiciones, conservando las leyes, las prácticas adivinatorias y el culto a la madre tierra. La quiromancia era una de sus prácticas preferidas. Según François de Vaux de Foletier en “Mil años de historia de los gitanos”, este método adivinatorio, conocido en la antigüedad grecolatina, fue importado por la raza gitana a Occidente, constituyendo uno de sus principales recursos.

La práctica de la buenaventura se refleja en la literatura desde la época renacentista. Escritores como Moret y Ronsard hacen alusión a los dones de la adivinación en los “Zíngaros”. Tabién Cervantes en su obra “La gitanilla”; Molière en “Le mariage forcé”; Adrien de Montluc en “La comédie des proverbes”; y más recientemente Federico García Lorca, uno de los escritores más leídos por los gitanos europeos. Lorca convivió largo tiempo con los gitanos del “Sacramonte” en Granada, y escribió libros de poesía como “El romancero gitano”. En muchos de estos escritos cuando citan “el echar la buenaventura” por parte de las gitanas, se indica como éstas no contemplan las líneas de la palma de la mano, sino que, la mayor parte de las veces, fijan la mirada en la cara del consultante, trazando con una moneda o cualquier otro objeto el signo de la cruz en ambas manos.

Otro procedimiento adivinatorio atribuido a los “bohemios” era la lectura del porvenir a través de los posos del café o por el plomo introducido en el agua. Viajeros franceses que provenían de Andalucía (1780) decían haber visto a gitanas adivinar el futuro mediante ramilletes de flores. Cogían las flores en viernes y hacían con ellas un ramo que dejaban secar hasta el domingo siguiente. Posteriormente, examinaban de manera cuidadosa las que se habían marchitado más rápido, otorgándoles a cada una de ellas una especial significación. En ocasiones la fantasía iba un poco lejos, como es el caso del escritor inglés Glanvill (S. XVII) que distinguía entre los “gypsies” dos clases de poderes ocultos: leer el pensamiento y actuar sobre la imaginación ajena haciendo ver a la gente lo que no existía. El hechizo quedaba roto para quien podía recoger un trébol de cuatro hojas.

La cartomancia, técnica adivinatoria a través de los naipes, era otro método atribuido a los gitanos por los ocultistas. El origen de las cartas del tarot se cree procedente del Antiguo Egipto, donde este pueblo recaló mucho tiempo, y fue traído a Europa por gitanos itinerantes a los que sacerdotes egipcios entregaron la baraja y sus secretos, para que la tradición no desapareciera.

Ya hemos mencionado en el inicio, cómo el pueblo gitano ha establecido con la tierra relaciones instintivas de las que bien podrían derivar capacidades paranormales o mágicas. Entre los poderes mágicos atribuidos a este pueblo figuran, desde cortar los incendios, hasta la sanación por imposición de manos, como es el caso de algunos gitanos errantes franceses.

La venta de filtros y el uso de plantas medicinales era una de las fuentes de ingresos más frecuentes: “Remedios de todas clases, aceites y ungüentos, eran fabricados y vendidos por los cíngaros, principalmente en los países bajos. Muchos cíngaros se decían cirujanos y a la par ejercían de herbolarios.” (“Mil años de historia de los gitanos”)

El universo espiritual del pueblo rom está condicionado por cuatro grandes ejes: Dios, los demonios (mengues), el hombre y la suerte (la bají). A la necesidad de conjurar en todo momento esta última con procedimientos preventivos de carácter mágico, responde el hecho de que multitud de anillos y amuletos sean siempre tan visibles en las personas gitanas. Y evidentemente también los comercializaban: “Las bohemias vendían en Alemania y en Transilvania, amuletos cuya eficacia garantizaban para asegurar a sus portadores el éxito en el amor y el juego, o bien el restablecimiento de la salud. Estaban compuestos de pasta sin levadura, secados a la intemperie y marcados con signos. O bien eran piedras más o menos raras, principalmente ferruginosas. La piedra imán tenía virtudes extraordinarias, por lo que los gitanos la llamaban piedra buena (Bar lachi). La usaban ellos mismos. La llevaban encima para preservarse de todos los peligros.” Desde luego, el pueblo Rom, hacía ya mucho tiempo que conocía las propiedades terapeúticas de la piedra imán, ahora reivindicadas por la Imanterapia.

Códigos morales

Los gitanos poseen un concepto de la naturaleza y de la vida especial, pues en una jerarquía de valores dan mayor importancia al hombre, luego a la naturaleza y después a la vida. Poseen una idea muy definida sobre la familia y el matrimonio que constituye el centro de gravedad. En la unidad basan la organización social, de manera que los conflictos se viven colectivamente. Las relaciones entre individuos son relaciones entre grupos familiares. La falta cometida se siente como una falta de familia, y por el contrario un acto apreciado refuerza el prestigio de la familia. Las personas que forman una familia fácilmente llegan al centenar y se agrupan en un “clan”. La vida en común de diferentes clanes constituye “la tribu”. La filiación, la adscripción al grupo de parientes, es patrilineal, pues la familia está constituida por un grupo de personas que se consideran descendientes de un antepasado común al que todos ellos pueden trazar su vinculación genealógica a través de conexiones masculinas. De forma que los hijos pasan a formar parte de la familia del padre. Existe un respeto importante hacia sus mayores. Los ancianos son configurados por el colectivo como pautas de referencia claves para la comunidad, otorgándoles una autoridad moral. La autoridad entre los gitanos va del más viejo al más joven y del hombre a la mujer. Esta última, desde hace algunos años, empezó una lenta evolución que pone en cuestión el papel asignado a la mujer gitana dentro de la estructura social del pueblo rom, marcadamente machista.

Punto y aparte merece el tema de la muerte, pues de las costumbres y formas de vida que son comunes a todo el pueblo gitano, el culto a los muertos ocupa el lugar más importante. Han heredado de la filosofía hindú, la creencia en el retorno permanente a la vida. Piensan que la persona gitana que muere está más “viva” que nunca, simplemente ha cambiado de estatus. Tal vez por ello siempre conserven la habitación del difunto y sus enseres como los dejó. La escritora Marie-Paul Dollé describe la mentalidad del pueblo Rom sobre esta idea: “Los payos son personas vivas condenadas a morir, mientras que los gitanos son condenados a muerte escogidos para vivir”. Esta patria eterna, de la cual los muertos son sus dueños y señores –según Ramírez Heredia- es el Reino de la justicia y la igualdad. Tienen la seguridad de ser siempre escuchados y atendidos por lo que están en este más allá para velar a los que han quedado sobre la tierra todavía. Existe una poderosa similitud entre las fiestas de difuntos del antiguo Egipto y los funerales según la estricta tradición romaní. En ambos casos, como explica Albaicín, las tumbas eran abastecidas con las pertenencias del muerto y los manjares de su gusto, de modo que pudiera seguir en la otra vida disfrutando de una residencia y unas comodidades similares a las que gozó en ésta.

El arte gitano: temperamento

El flamenco constituye el mejor vehículo para mostrar para mostrar el estado de ánimo y las inquietudes del pueblo gitano. Mediante las canciones y bailes típicos, éste encuentra el ambiente necesario para manifestar su idiosincrasia. Precisamente es en Andalucía donde este ambiente alcanza su máximo apogeo. No debemos olvidar que el Islam “tendió”, durante casi un milenio, un puente que conectaba directamente Córdoba con Dellhi.

Muchas personas creen ver en el “cantaor” una especie de éxtasis casi místico (el duende andaluz, o la existencia de rasa hindú). Al igual que la música índia, el cante “jondo” es un yoga para el perfeccionamiento interior. Se piensa que el gitano español, sin ser consciente de ello, practica este yoga cuando canta y baila. El extraordinario poder de sugestión que provoca el artista dotado de duende en el auditorio, lo define magistralmente Joaquín Albaicín en su libro “En pos del sol”: “La firme creencia sustentada por el gitano de España en la existencia del duende, es decir, un estremecimiento medular de origen divino, una presencia sobrenatural que fugaz y subrepticiamente posee el cantaor, la bailadora o el guitarrista y, haciéndoles vislumbrar o sentir o apresar un relampagueante pellizco de misterio, les sitúa durante un instante mágico fuera del tiempo, concuerda perfectamente con la afirmación formulada por el pensamiento hindú de la existencia de rasa.” Sentir el duende gitano o indio, según se prefiera, parece privilegio exclusivo de artistas y públicos espiritualmente cualificados.

Para acabar, ¡qué mejor final que el fragmento de una canción de un “cantaor” dotado del duende, sin ningún género de dudas!

Venimos de hondas raíces
de raíces milenarias
que se pierden en el tiempo,
pero no en la nostalgia.
En muchas noches de fiesta,
al lado de una candela,
los gitanos cantan y bailan
y la luna los ilumina.
(Camarón de la Isla “Potro de rabia y miel”)


SILVIA VELANDO

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